Pitching y speed dating

Hace unos años, aquí no teníamos ni pitching ni speed dating.

Antes salías en grupo y alguien te presentaba a alguien y tú ponías cara de no tener ningún interés por ligar, y entre cara de desinterés y cara de desinterés, soltabas algo que (pensabas) le iba a interesar a ese alguien. Y a veces así era, y así se formaron muchas parejas.

Antes, un guionista se encontraba con un productor y hablaba del tiempo o cualquier otra cosa y luego quedaban a comer y seguían hablando del tiempo o alguna otra cosa, y en algún momento –no antes del segundo plato- el productor preguntaba al guionista en qué andaba y el guionista soltaba algo que (pensaba) le iba a interesar a ese productor. Y a veces así era, y así se decidieron muchos proyectos.

Ahora, esto de ligar o de vender guiones se ha convertido en una cosa mucho más estructurada. Ahora tenemos más prisa, y hay que ser capaz de presentarse uno mismo, ser atractivo, demostrar interés sin parecer desesperado, resultar prometedor sin ser un brasas, y parecer original y diferente sin dar el cante, en cinco minutos.

Ahora, en ocasiones, el aspirante está rodeado de otros veinte aspirantes intentando presentarse, ser atractivos, demostrar interés, parecer prometedores y originales y llevarse el gato al agua en esos cinco minutos. Y es lógico por tanto que la gente se prepare para ese momento decisivo, porque parece que el buen paño ya no se vende en el cofre.

Al margen de mi opinión personal acerca del speed dating o las sesiones de pitching, lo cierto es que he asistido como jurado, oyente o preparadora a infinidad de estas sesiones. De pitching, ojo, no de speed dating. En el próximo post contaré algunas de las conclusiones que he sacado. Entretanto aquí va un consejo de Linda Seger, que venía a decir que si vais a vender una historia romántica, vistáis románticos. Y para una historia dura, cuero negro y pinchos. Así nos va.