¿Ex fructibus eorum cognoscetis eos?

He puesto en el título un latinajo sacado de wikipedia para compensar que este post esté inspirado en la más rabiosa actualidad, cosa que odio.

Rescato un párrafo de Cuéntalo bien:
En una película conocemos al personaje «por lo que hace o deja de hacer». En una novela podemos encontrar algo como «Y aunque quería coger ese tren, cuando llegó a la estación recordó la noticia sobre un descarrilamiento que había leído hace años, y decidió quedarse en la cafetería tomando algo en lugar de dirigirse al andén». En una película, pensaremos que ese tipo nunca ha querido tomar el tren, y punto.

Y hoy añado: En la vida real, las acciones de alguien pueden contradecir su verdadera voluntad, cómo se siente o cómo dirá luego que se sintió. Cuando en una película hay una contradicción entre las acciones y los diálogos de un personaje, los espectadores tendemos a asumir que está mintiendo. La vida real nos lo pone mucho más difícil: cuando es una persona y no un personaje, ¿juzgamos por los hechos, juzgamos por el relato subjetivo y en primera persona de los hechos?

Porque lo que es imposible es no juzgar: nuestro cerebro no nos deja. Para saber por qué, recomiendo cualquier artículo sobre “Teoría de la mente”: la habilidad socio cognitiva por la que atribuimos pensamientos e intenciones a los demás. Una habilidad muy útil para relacionarnos socialmente ya sea para empatizar, para linchar, o para señalar a alguien con el dedito.

Decíamos ayer (sobre los laboratorios de guión)

Entramos en harina, al artículo citado en el post anterior que me llevó a escribir este rollo. En él, me sorprende leer que una amiga POR FIN asistió a un taller donde “todos los mentores respetamos la visión de los autores y tratamos de ayudarles a conseguir el guion perfecto, el que cumpliera con sus objetivos, no los nuestros”. Pero, ¿qué agendas ocultas tenían los mentores de gromenauers previos? ¿Acudían como compradores para hacerse con un proyecto, o para fichar guionistas prometedores para sus propias movidas? ¿Se lo tomaban como una invitación a pescar en un caladero de acceso restringido?

Si estamos hablando de asesorías, y no de gente de la industria invitada a conocer a los participantes, ahí sí que se da una distorsión preocupante. Porque entonces no estás trabajando tu guión, lo estás vendiendo. Y como guionista entra la tentación de adaptarte a los gustos del mentor, y como comprador, la tentación de cambiar el guión para que se ajuste al producto que buscas. ¿Vendrá de aquí la acusación de que los laboratorios dan lugar a proyectos uniformes y sin alma? Porque los mentores de guion que yo conozco no son ya profesores de estructura clásica, ni creen que haya que calzar el mismo molde a cualquier historia, y desde luego he oído a muchos de ellos despotricar de los manuales…

Dice también el artículo que las personas que ya tienen levantado el proyecto no deberían ir a laboratorios. Y esto choca con mi idea personalísima de que a los talleres se va a mejorar una historia, no a visibilizarla. Si tienes financiado tu proyecto pero crees que tu guión no es redondo, un laboratorio es un sitio estupendo para trabajarlo. Y no: por el entorno, por la intendencia, por la interacción con el resto de participantes, un gromenauer no es el equivalente a chopocientos análisis de guión, te los puedas permitir o no (y habría que ver quién va tan sobrado como para no acogerse a una oferta si la oferta existe).

Hay talleres donde cobras por participar, talleres donde no pagas, talleres que pagas un poquito, y talleres caros. Cada vez hay más talleres donde al final hay algún tipo de competición y se da un premio en metálico, algo que como story editor me parece contraproducente -pero imagino que como cineasta competitivo es fetén. Es lícito presentarte como guionista a cualquiera de ellos. Es injusto, y efectivamente se da, que los gromenauers seleccionen participantes conocidos para ganar prestigio. Es injusto, pero es decisión suya, y una decisión entendible porque en muchos casos están haciendo un negocio y quieren sobrevivir o crecer. Eso sí, si crees que tienes un guión de rodaje perfecto y tu productora te somete a distintos gromenauers aunque no tengas intención de cambiarlo, resístete. No vayas. No vayas tampoco si no tienes productora pero en tu cabeza todo es perfecto y solo quieres tomarte unas vacaciones y que te feliciten por tu trabajo. Como decía, es muy frustrante para los asesores y para el grupo (si hay reuniones de grupo) y, efectivamente, estás quitando oportunidades a los que sí querrían replantearse su historia.

Creo que casi siempre son útiles los laboratorios de guión. No debería delegarse en ellos para filtrar “todo lo que se escribe”, ni considerarlos un requisito para que un proyecto esté maduro o sea comprable, pero eso no es decisión de ellos sino de los que delegan o los consideran requisito.

Tampoco es responsabilidad de los gromenauers lo que quizá sea la acusación más candente en su contra: el tema de la financiación. Apoyar el desarrollo debería implicar también ayudas directas a guionistas, y no solo la oportunidad de asistir a actividades formativas. Primero dadle la pasta, y ya decidirá luego si se la gasta en asesorías o en pagar el alquiler. Y es que la desconfianza hacia estas iniciativas puede venir también del porrón de dinero que acaba en organizadores, en coaches y asesores como yo misma, que vamos rulando por los distintos labs.

Por eso, por haber rulado por tantos, puedo compartir algunos problemas que veo y que sí son responsabilidad suya. Uno acaba de mencionarse: que les venga bien un porcentaje alto de proyectos producidos, lo que lleva a selecciones conservadoras, nombres conocidos en detrimento de guiones concretos. Esta percepción sobre la viabilidad de la película puede hacer también que se apueste menos por guionistas y más por gente que también dirige. Mal.

Porque además, cuando se prioriza a directores/as guionistas, en muchos casos se están priorizando también sus historias personales. En las cartas de motivación de las candidaturas parece casi obligatorio mencionar tu íntima conexión con el proyecto, y es como si hablar de la muerte de tu abuela o tu depresión post parto ofreciera más garantías que hacer un homenaje a Arma Letal, tu peli favorita. El artículo apuntaba a este otro problema, y estoy muy de acuerdo: la discriminación a proyectos de género o comedia. Puedo nombrar excepciones, así que me alegro de no haberme jugado la cabeza, pero qué duda cabe que también en concursos, festivales y críticas les molan más los dramas. Hay voces que dicen que no debería darse dinero público al cine comercial, porque para eso ya está la industria, y supongo que lo mismo debe pensar quien diseña su taller solo para propuestas personalísimas. Un melón que abrir en otro post: ahora mismo, ¿qué es más difícil de levantar en España? ¿Una comedia disparatada o un drama intimista?

Otra cuestión que personalmente me preocupa (sobre todo si la cosa es presencial, no online) es la percepción del gromenauer como un cole, y los participantes como su alumnado. Con profes a los que hay que hacer caso -y qué lío, entonces, cuando cada profe te dice una cosa distinta en vez de llegar a un consenso a tus espaldas. Horarios bien compactitos con actividades obligatorias, con charlas diversas que pueden interesarte o no pero a las que debes asistir, con poco tiempo para la escritura o para pensar a tu aire porque ya se sabe que si dejas a los chavales sin supervisión, lo mismo se me ponen a tomar cañas y no me rinden. Sí, ya sé que esto es sesgo, pero cuántas veces las mejores ideas, las soluciones más inspiradas, llegan cuando estás de palique con un colega, o con un café o una copa en la mano. (Bueno, vale, o paseando). La libertad creativa es difícil si no hay una cierta libertad para elegir, como persona adulta, cómo empleas tu tiempo.

Por ejemplo, el rato que has tardado en leer hasta aquí no lo recuperarás jamás. Si aún tienes ganas de seguir con el tema, no dudes en escribirme. Hablemos.

Talleres, labs y gromenauers de guión

¿Son siempre útiles los laboratorios de guión? ¿Siempre y para todo el mundo? No. También se podría contestar: “Pues según para qué”.

Hay infinidad de gromenauers (feliz palabro que usan en Bloguionistas) distintos, y sirven para distintas cosas. En algunos el foco está en el guión: en ayudar al guionista a mejorar SU HISTORIA. En otros, lo que se pretende es que los proyectos seleccionados se PRODUZCAN, organizando encuentros con posibles compradores. Algunos priorizan la FORMACIÓN de los participantes: que aprendan a escribir y vender ese y cualquier otro proyecto. Incluso los hay que quieren ATRAER RODAJES a una región en concreto, o fomentar las COPRODUCCIONES, o paliar las DESIGUALDADES impulsando la carrera de guionistas mayores o guionistas jóvenes, o de guionistas rurales o con hijos pequeños a su cargo. Habría más. Y obviamente estos objetivos, o algunos de ellos, se van mezclando en casi todas las iniciativas.

También son muy variados los objetivos de quienes se presentan a un gromenauer. Desde gente que quiere establecer un PRIMER CONTACTO con la industria hasta gente veterana que lo que quiere es SALIR DE SU RUTINA y poder pensar y comentar su guión en un entorno donde te ponen un plato en la mesa sin tener que cocinarlo ni nada. Gente que va a talleres porque LES MANDA su productora; gente que espera CONOCER ahí a su productora; gente que quiere añadir un SELLITO a la portada de su guión o una línea a su C.V.; gente que quiere que le asesore alguien a quien no podría pagar su TARIFA de mercado; gente que quiere que le impongan una DISCIPLINA de plazos y entregas; gente que quiere el DINERO del premio, que a veces haberlo haylo. Habría más. Y obviamente estas motivaciones, o algunas de ellas, se van mezclando en cada caso.

Ca quién puede tener una idea de “para qué deberían servir los labs” o “cuál es la mejor motivación para asistir a uno”. Mi idea -y a partir de aquí hablo solo según mi experiencia y mi gusto personal, así que tú verás si quieres seguir leyendo- es que deberían servir para mejorar tu historia (con el “tu” subrayado) y que deberías asistir para mejorar tu historia (con el “tu” subrayado). Respeto el resto de posibilidades, aunque desde mi perspectiva de story editor es frustrante cuando alguien va por el sellito o por el dinero, pero no tiene intención de replantearse nada de su proyecto.

Las razones de los asesores para asistir a gromenauers son también muy variadas. Por dinero o por amor al arte, por el prestigio o por tomarse un respiro del trabajo habitual, por la oportunidad de viajar a un sitio maravilloso o de compartir el tiempo con un montón de gente a priori creativa e interesante, por contagiarse de la energía de los proyectos y profesionales que empiezan, por hacer contactos.

Quien acepta la invitación de asesorar en un taller entiende que va ahí para ser útil a los participantes. Tiene que respetar la visión del autor y a la vez ayudarle a cuestionarse sus decisiones previas, aunque sea para reafirmarlas. Es un equilibrio delicado, y ante una misma asesoría alguien puede salir con la frustración de que no le entiendan o le presionen, y alguien con la insatisfacción de que no le hayan dicho nada que no supiera. Es imposible (aunque se intente) no dar tu opinión subjetiva acerca de una historia, pero no creo que nadie quiera conscientemente imponer su propia visión.

En fin, pues había sacado un rato para reflexionar sobre este artículo, pero se me ha acabado el rato y ni he empezado con el artículo. Como ya está quedando larguísimo, aquí lo dejo, y me propongo continuar. Si quieres aportar tu opinión, experiencia o diatriba, no dudes en escribirme.

Guión y vuelos baratos

Hace meses el nunca suficientemente loado Juanjo Ramírez Mascaró escribía que "Estructurar un primer acto es que te quepa todo en la maleta que permiten de equipaje de mano en Ryanair".
Eso me hizo pensar en que la idea de "viajar en avión" y la realidad de los"vuelos baratos" se parece a "la historia que tienes en la cabeza" y "la historia que plasmas en el papel".
Una vez que te embarcas en el proceso de escritura -que imaginas rápido, inspirado, plácido, entretenido y más o menos cómodo- descubres que el chiste es menos gracioso de lo que creías, que el giro no resulta tan sorprendente, que ese personaje tan original en tu cabeza es un cliché con piernas en la página, que tienes que sacrificar a uno de tus dos bebés porque se lleva a matar con el otro.
Y entonces o vas echándole más tiempo y esfuerzo o te vas resignando, porque anda que no se ruedan guiones horrorosos y este, aunque no sea perfecto, ya es suficiente.
Con un poco de suerte, aunque con más coste y sufrimiento del esperado, consigues aterrizar en tu destino, que es esa versión que se podría enseñar.
Ya solo queda desembarcar, y cruzar los dedos porque sea bajando dignamente la escalerilla del avión.
Así lo cuenta Fascinating Aida:
https://www.youtube.com/watch?v=ZAg0lUYHHFc

Por decir algo

Acabo de darme cuenta de que, desde el 28 de diciembre, mi portada del blog es una chorrada que escribí por el Día de los Inocentes. Me había propuesto actualizar más esto, pero todas las opiniones que he querido compartir durante este tiempo se alejan tanto del mundo del guión que por eso me las guardo para mí.
Así que, por decir algo, animo a todo el mundo a que vuelva a asistir a talleres de desarrollo presenciales, que entable charlas en las pausas del café, que se lleve para las noches el licor típico de su pueblo, y que se aíslen unos días de las redes sociales.
Ea. Queda dicho.

Cuéntalo bien y cuídate mejor

Incluso les mejores guionistas pueden tener baja autoestima, dudar de lo que escriben.
No se trata solo de que cualquier guión sea mejorable, es que les guionistas en sí son mejorables.
O al menos, el aspecto físico de les guionistas es súper mejorable.
Cuéntalo bien y cuídate mejor es un taller de escritura y de belleza.
El aspecto personal es clave para la creatividad, y debes prestarle atención.
No te aseguro una piel sin arrugas, un pelo brillante o unos dientes blancos como los míos.
Te aseguro, eso sí, que te sentirás mucho mejor contigo misme y por eso escribirás mejor.
El único taller de guion integral para les artistas y sus obras: Cuéntalo bien y cuídate mejor.

Muy feliz 28 de diciembre, y feliz 2021 a todos!

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Análisis de guion. Y fin, por fin.

¿Cómo consigues que la gente te encargue el análisis de un guión?

Si no entramos en “y que además te lo pague”, creo que hay dos obstáculos principales: que no sepan que quieres analizar un guión, y que tengan miedo a la difusión no autorizada si es gente importante, o al plagio si no lo es.

Si quieres ser analista, di que quieres ser analista. Di que lo eres, aunque aún no cobres. Díselo a quien conozcas, ya sean tus compañeros de un curso de guión o el equipo técnico del corto en el que curras de meritoria. Y si en una charla o en un festival conoces a alguien de la “industria”, te aconsejo que aproveches la ocasión para presentarte como analista en ciernes en vez de intentar venderle un proyecto que has escrito. Yo que tú no intentaría hacer las dos cosas a la vez, y hay menos aspirantes a analista que aspirantes a guionista. Y además mucha gente de la industria no sabe que existen los analistas, así que ya tendríais tema de conversación.

También puedes presentarte como analista en las redes sociales, claro, o abrir una página web diciendo que lo eres y ofreciéndote a leer lo que te manden gratis. El problema es que si no te conocen de nada (no me refiero a “en persona”, sino que no han interactuado nunca contigo ni en tuiter), pueden sospechar de tus motivos ocultos para semejante generosidad, y temer ese plagio o esa difusión no autorizada.

En entornos como los talleres, masters, etc., este miedo parece muy atenuado. La gente allí suele estar encantada de hablar de sus historias o de darlas a leer. Si quieres que te reconozcan como un buen analista, mi consejo es que evites coguionizar, decir lo que tú harías (“Lo más guay sería que la prota secuestrara el avión”), o basar tu comentario en tus gustos particulares (“A mí ese chiste no me hace gracia”), o hacer referencias de otras películas que tú crees similares (“Me recuerda mucho a las pelis de Fulánez”) que quien ha escrito el guión puede o no conocer o detestar. Personalmente creo que un analista es útil si consigue hacer las preguntas adecuadas: preguntas que para ser respondidas necesitan reflexión y, sobre todo, distancia -como aquello de alejarte para ver si el cuadro está bien colgado.

Si de tus comentarios o de tu conversación sacan conclusiones útiles, querrán volver a contar contigo en el futuro (con un poco de suerte, con alguna retribución de por medio), o te recomendarán. Si sale la película en la que tanto has ayudado, puede que acabes teniendo un crédito, o un agradecimiento. Igual no sirve de mucho, pero ahí está. (Realmente no conozco a nadie que al acabar de ver una peli pregunte quién fue el story editor, ni para contratarle si le ha gustado el guión ni para ponerle verde si no le ha gustado)

Sé que el camino que propongo parece largo y lento. Pero es el primero que se me ocurre: ofrécete como analista a la gente que conoces (si te animas, manda emails a gente que no conoces, por probar), e intenta ser útil.

Y también, piensa que por defecto todo es confidencial, así que mantén la máxima discreción. Porque es lo ético y porque es lo práctico. Es de sentido común: ¿qué opinión te llevas si vas a una clínica de fertilidad y te sueltan que gracias a ellos tal famoso tuvo hijos aunque no se le empinaba; o si vas al dentista y te habla del sarro del cliente que acaba de salir?

Ten una máxima discreción no solo sobre los procesos de desarrollo en los que estás o has estado sino también sobre los guiones que te pasan. Un ejemplo minúsculo: cuando recibía guiones en papel, y los leía en sitios públicos, tomaba la precaución de doblar la portada sobre sí misma para que no se viera el título. Si una productora cree que solo ella ha recibido ese guion como primicia súper exclusiva es mejor que no se encuentre a alguien leyendo en el metro ese mismo guión.

Un segundo camino que se me ocurre para llegar a ser analista de guión, y ya entrando en lo de “y cobrar por ello” es que te enteres de que en algún sitio están buscando analistas y están dispuestos a hacerles una prueba.

He preguntado por ahí para escribir este post y solo he podido enterarme de uno de esos sitios: Filmarket Hub, el mercado online para largometrajes y series en desarrollo, que está en plena expansión (y lo que me alegro). Si escribes a script@filmarkethub.com te explicarán cómo puedes participar en su proceso de selección.

Con este gran final doy por cerrada, de momento, la serie de posts sobre análisis. Si tienes algo que aportar escríbeme y la re-abro. Y gracias por leer.

Análisis de guión. Sigue.

Para ser analista de guión vienen bien cuatro cosas:
1. Saber cómo funcionan los guiones
2. Saber expresar tus ideas por escrito
3. Saber adaptarte al cliente
4. Que alguien te pida que analices un guión

Veo en internet que hay cursos bastante largos de análisis de guiones, y desde luego no seré yo quien desaconseje ninguna iniciativa de formación. De cursos, talleres y conferencias siempre, siempre, se sacan cosas útiles: lo peor que puede pasar es que no justifiquen el tiempo o dinero invertido.

A mí desde luego me vinieron de maravilla unas clases de la story editor Blair Richwood en UCLA, de las que recuerdo sobre todo sus consejos de estrategia (Por ejemplo: Si trabajas en desarrollo y eres mujer no te sientes cerca del café en la mesa de reuniones: en cuanto empieces a servir tacitas –“¿lo quieres solo o con leche? Ah, con una lagrimita. Bien, y ¿quieres azúcar?”- van a pensar que estás ahí para eso y pasarán de tus aportaciones).

En cualquier caso, muy poca gente quiere dedicarse al análisis como primer contacto con la escritura de guiones. Generalmente son licenciados en Comunicación Audiovisual, ex alumnos de un master de escritura, etc.

Es gente que en realidad ya sabe o debería saber teoría de guión. Gente que probablemente prefiera ganarse la vida escribiendo sus propias cosas y no trabajando en las de los demás, pero que cree que con el análisis puede aprender más, o puede ganar contactos o una reputación que luego le permita vender lo que escribe, o que puede sacarse unos euros.

De forma que, si ya sabes la teoría de cómo se escribe un guión, y no quieres o no puedes emplear tu tiempo o tu dinero en más clases, la buena noticia es que no son un requisito para ser analista.

Sí es un requisito, en cambio, saber expresar tus ideas por escrito. Saber resumir 100 páginas de guión en unos párrafos de sinopsis, por ejemplo. En las sinopsis es preferible imitar el tono del guión, y no escribir un leño pedante si estás resumiendo una comedia; ni una cosa ligerita y cuajada de guiños al lector si es un drama profundísimo. En cambio en los comentarios el estilo no importa tanto siempre que no haga insufrible su lectura. Un analista escribe para hacerse entender. Como decía en el post anterior, no se puede gustar a todo el mundo. Hay quien prefiere textos cercanos a lo oral, menos formales; y quien prefiere un estilo más serio o periodístico.

Si sabes que alguien reniega de las fórmulas y lo que huela a manual, salpicar tu informe de palabros en inglés -plot point, inciting incident, cliffhanger- no es muy buena idea. Adaptarse al lector del informe, si lo conoces, sí lo es. Y también, adaptarse a las intenciones de quien escribió el guión. Un ejemplo absurdo que suelo poner es el del story editor como dietista infantil: si entra un niño en tu consulta y te preguntan qué tiene que comer, pues dependerá: ¿quiere ser luchador de sumo o jockey? Porque la dieta no será la misma, y tú no decides qué tiene que ser de mayor. Tienes que averiguarlo, en la medida de lo posible.

Finalmente, y ya hemos llegado al punto 4 que mencionaba antes, para ser analista hace falta que alguien te pida que leas un guión. ¿Cómo consigues que te lo encarguen, si estás empezando?

Como este post se está alargando demasiado, otra vez, este tema lo dejo para el siguiente. Toma cliffhanger.

Análisis de guión. El origen.

¿Qué hay que hacer para ser analista de guión? ¿Cómo se empieza?

No sé si es muy útil contar cómo empecé yo, porque las circunstancias han cambiado.
Entonces no había muchos analistas, o no se conocían. Hasta hace relativamente poco, podía presumir de ser una de las diez mejores story editors de España. Y una de las diez peores también. Vaya, que seríamos como seis o siete story editors.

Como estás viendo, amable ser humano que me lees, aunque no sea muy útil que cuente cómo empecé, he decidido hacerlo.

Ahí voy. Conseguí, al acabar la carrera de Periodismo, unas prácticas en una productora cinematográfica. Hacía fotocopias y café, atendía el teléfono, recortaba de las revistas fotos de actores y las ordenaba en un fichero, para futuros castings. Y también leía guiones, resumía el argumento, y hacía un informe siguiendo las instrucciones de un libro que me pasó mi jefe, “Reading for a Living”, de T.L. Katahn, que creo que no está traducido. Terminaban en una recomendación de considerar o pasar. Es decir: que se lo leyera alguien más, u olvidarlo. Mi jefe también me dio los análisis de una lectora algo mayor que yo para que me sirvieran de modelo, porque a él le gustaban mucho.

Cuando terminé las prácticas, mi jefe me preguntó qué quería hacer con mi vida, y le contesté que me gustaba eso de leer guiones. Y entonces él mandó un fax (de esos que salían enrollados y que había que fotocopiar porque se iba borrando la tinta) a sus contactos, presentándome y diciendo que ahí estaba yo para hacer análisis.

Primera idea: Mi jefe no me recomendó porque le deslumbrara mi cultura cinematográfica (por otro lado inexistente), ni porque nos lleváramos especialmente bien. Me recomendó porque los informes que hacía para él se leían fácil y le resultaban útiles. Si alguna vez le recomendaba que se leyera un guión, y lo leía, le encontraba las virtudes que yo le había encontrado. Seguro que alguna vez se leyó algo que yo desaconsejaba que leyera, y estuvo de acuerdo con que efectivamente ese guión era un truño, o era estupendo pero no era para esa productora. Yo entendía qué estaban buscando y me atenía a ese criterio. Por eso mi criba le ahorraba tiempo.

Algunos de los contactos de mi jefe me llamaron tiempo después de recibir ese fax, y me hicieron una prueba sin cobrar, o pagándome cinco mil pesetas por guión leído. Así estuve mucho tiempo.

Segunda idea: Aquellos productores se permitieron hacerme esa prueba sin conocerme porque no arriesgaban mucho. Podían perder cinco mil pesetas, o el rato de leer mi informe si no les servía para nada.

Tercera idea: aunque sea una opinión impopular, creo que tienes derecho a regalar tu trabajo si te conviene, o a venderlo más barato que profesionales consolidados. Si yo hubiese cobrado lo mismo que Linda Seger (en la época, se llevaba mucho Linda Seger) por hacer un informe, evidentemente hubieran preferido contratar a Linda Seger.

Por mi parte, pude estar mucho tiempo regalando o vendiendo barato mi trabajo porque el dinero que sacaba me lo gastaba en vicios: vivía bajo el techo paterno. Esa lectora algo mayor que me ponían de modelo era muy buena. Cobraba lo mismo que yo, pero su familia era de Cartagena, y si quería vivir en Madrid, que era donde entonces había que estar para trabajar en cine, tenía que pagar un alquiler. El análisis de guión no daba para pagar un alquiler. Cogió un trabajo en otra cosa. Yo no tenía que pagar un alquiler porque el techo paterno estaba en Madrid.

Cuarta idea: la vida es injusta, y a la analista hecha a sí misma también la han hecho las circunstancias favorables.

Al cabo de un tiempo de cribar guiones para gente más ocupada que yo, a algunos que solían estar de acuerdo con mis comentarios se les ocurrió que podría darlos sobre cómo mejorar un guión que ya se habían leído y que querían producir. Y a los que les pareció útil mi opinión, me siguieron llamando para más proyectos: de ser lectora o analista había pasado a ser consultora, “story editor”. Ya no recuerdo si me ofrecieron más dinero, o si es que lo pedí yo. Pero salí de la indigencia. Y eso que no todos mis clientes siguieron llamándome: imagino que a bastantes de ellos mis sugerencias les parecieron una bazofia.

Quinta idea: Es imposible gustar a todo el mundo. Pero hay gente pa to. Si gustas a un número suficiente de empleadores es que tus ideas y tu forma de exponerlas están suficientemente bien. Que le den a “Reading for a living” y a su norma de comentar los guiones por apartados de “trama”, “personajes”, “estructura”, que es una cosa que personalmente me da mucha pereza. Creo que hay que empezar con un modelo ortodoxo que has aprendido, pero si luego te desvías y hay gente que te sigue llamando, vas bien.

Llegó el siguiente paso: ¿y si en vez de esperar a que hubiera un guión terminado me ponía a trabajar con el guionista (vale, o la guionista) desde una idea, o una sinopsis, o un tratamiento? Si hasta ahora casi todo era por escrito, y frecuentemente anónimo (daba mis ideas a alguien de la productora que luego transmitía las que le gustaban como si fueran cosa suya), ahora había encuentros cara a cara y entraba en juego la sintonía personal. A aquellos guionistas les habían impuesto una consultora no solicitada, pero algunos descubrieron que les era útil, y quisieron que les ayudara en otros proyectos.

Reitero la quinta idea: es imposible gustar a todo el mundo. Y añado la sexta: creo que es difícil una colaboración creativa con gente que no te gusta. Si no te gusta nadie, difícilmente querrán contar contigo como story editor, salvo que disimules muy bien. Aunque disimules bien, creo que pasarte la vida al servicio de gente que detestas te hará infeliz.

Estas líneas se están alargando demasiado, así que aquí lo dejo. En el siguiente post intentaré aplicar mi experiencia personal al siglo XXI, y dar algún consejo, y lo que surja. Si eres analista y quieres contarme cómo empezaste; si quieres serlo y tienes preguntas concretas, escríbeme.

Guionista colgando un cuadro

Si el proceso de escritura de guión fuera colgar un cuadro en tu casa, el consultor sería esa persona que está unos metros más atrás viendo si está recto (si es que te fías de ella), o que está sujetando el cuadro, pegándolo a la pared, mientras te alejas y lo miras con perspectiva (si confías más en tu vista o tu propio criterio).

Cuando acabas de terminar de colgar un cuadro sin ayuda de nadie, cuando abres los dedos para dejar que el cáncamo se apoye en la alcayata (alcayata sabía decirlo, cáncamo lo he tenido que consultar en google), tienes la esperanza de que haya quedado bien. A veces, tienes la total certeza de que ha quedado bien. Y entonces das unos pasos hacia atrás, contemplas el resultado, y muchas veces te ciscas en lo que sea, y arrancas la alcayata para clavarla de nuevo en otro sitio, o te pones a girar el cáncamo a ver si así queda el cuadro menos torcido, o lo dejas así porque ya estás hasta el gorro de bricolaje y no queda tan mal.

Tardas unos segundos en tomar distancia con un cuadro colgado en la pared. En tomar distancia con un guión que has escrito, no sé cuánto se tarda. Si los guionistas dejaran pasar un año entre versión y versión, seguro que ya sabrían dónde fallaba la anterior, y tendrían ideas de cómo solucionarlo. Pero no suele haber tiempo, ni ganas, de dejar pasar un año.

Sin ayuda de nadie, puedes ir con tu cinta métrica y tu lápiz y asegurarte de que las dos esquinas inferiores están a la misma distancia del suelo, aunque ya se sabe que las cintas métricas no suelen funcionar en los guiones. Puedes poner tu cuadro en las manos de alguien con talento para la decoración y pedir que te lo cuelgue, pero entonces también tendrá la nariz pegada al lienzo, y perderá la perspectiva. Se me podrían ocurrir más opciones a la hora de colgar un cuadro, pero tampoco hay que agotar a la pobrecica metáfora. Yo, a lo que iba, es que trabajar con un consultor de guión te puede ahorrar tiempo y esfuerzo. Pues eso.

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