Verano, ganas de viajes

Y como siempre que pienso en viajes, abro un libro cualquiera de Bruce Chatwin.

En la casa más grande me ofrecieron un lecho y, esa misma noche, junto a la chimenea, conocí a un cuentacuentos llamado don Antonio, un indio anciano. Nos habló de Millalobo, una especie de tritón que había raptado a una de las hijas de un vecino llevándosela a vivir a un palacio que estaba en el fondo de la laguna. Nos habló de monstruos marinos, del Basilisco, del Trauco, de sirenas y de Pincoya, una ninfa marina que incitaba a los mariscos a multiplicarse.
Ya casi no había luz cuando señaló una roca negra en el extremo de la bahía y dijo que ese lugar era el desembarcadero de El Barquero.
-Una vez- dijo -conocí a un hombre que tomó a risa la historia del Barquero. Le aconsejamos que se cuidara, pero él fue hasta allá, se paró sobre la roca y se puso a gritar: "¡Barquero!¡Barquero!", y el Barquero acudió.