Si tuviera que hacer un pitch de mi guión

Donald Kaufman: I’m pitching my script today.
Charlie Kaufman: Please don’t say pitch.

La primera pregunta que me haría es a quién voy a hacerle el pitch, y qué quiero conseguir. ¿A la actriz que sería la protagonista perfecta para mi corto? ¿Al productor que podría pagarme una opción? ¿Al jurado que decidirá si me da un premio o no? ¿Al amigo guionista para que me dé su opinión?

Salvo en este último caso, de lo que se trata no es de describir con rigor y exactitud mi proyecto, sino de presentarlo de forma atractiva.

Y, ¿qué es un proyecto atractivo? El que atrae al que te escucha, evidentemente. Así que la segunda pregunta que me haría es “¿qué le gusta a la persona que va a escucharme?” Parte de la preparación de un pitch, puede que la más importante, sea documentarse acerca del comprador potencial. Lo ideal sería que el pitch no fuera un monólogo, sino un diálogo, para al principio poder conseguir información de lo que el oyente quiere, antes de empezar a venderle mi burra. Eso es fácil de hacer en una comida, en una reunión mano a mano, o en la barra de un bar; y algo más difícil en una de esas sesiones de pitching tan en boga, donde hay diez oyentes y catorce personas pitcheando sus guiones. En cualquier caso, está bien poder tener una idea previa acerca de quien me escucha: ¿en qué tipo de proyectos ha intervenido, cómo le ha ido con esos proyectos, qué es posible que busque, qué tipo de persona es? O, para simplificar, ¿es alguien tipo Donald Kauffman, o es alguien tipo Charlie Kauffman?

A los Donalds Kauffman, posiblemente, les gustará oír que la historia es como otra historia exitosa, pero con un toque diferente: “West Side Story en El Ejido”, por ejemplo. Puede que les guste ver –u oír- cómo será el cartel, y les interese saber del público potencial o la posibilidad de sacar la banda sonora en cd. Los Donalds Kauffman entenderán que al hacer el pitch mencione los premios que han ganado mis anteriores proyectos, o la audiencia que han tenido cuando se han pasado por televisión. Esperan que les cuente la historia de forma breve, coherente, entretenida, y quizá un poco dramatizada. Y no estará de más que les vaya orientando acerca de la estructura del guión: “Y así llegamos al tercer acto, cuando...”

Si a Charlie Kauffman un director o un guionista le habla del target y el merchandising, se va a quedar a cuadros. “Es una historia de amor”, tendría que decirle, “Pero Julieta es una gitana de quince años; y Romeo un veinteañero marroquí”. Si le digo que soy de El Ejido y que conozco de cerca el tema, y que la gente se ha hecho una idea equivocada, y que llevo toda la vida queriendo hacer este proyecto –desde que en el cole vi una pelea entre dos grupos de chavales de distintas razas-, puede que Charlie simpatice conmigo. Y si tengo ya a un productor, un coguionista, o quien sea, le pediré que me acompañe para cantar mis alabanzas y no tener que alabarme a mí mismo, que es algo que a muchos guionistas les da pudor, y a muchos oyentes, repelús.

De hecho, creo que los pitchings más eficaces son los que se realizan a cuatro manos: el autor que seduce a Charlie Kauffman hablando de la historia, el coguionista/productor/vendedor que convence a Donald exponiendo las ventajas del proyecto. Los guionistas no solían ser gente extrovertida, articulada y segura de sí misma, y ahora en los pitchings es preciso que al menos lo parezcan. Mi consejo: o haces equipo con alguien que lo sea, o cambias, o te entrenas, o sacas partido a tu timidez de genio huraño. Llegará el día en que un buen guión sin un buen pitching no sea nada; aunque un buen pitch por sí solo no garantice nada...