Matar decente y económicamente

Yo devoro novelas de detectives y me encanta cuando el puñal del párroco resulta ser la pista definitiva que explica la muerte del vicario. Pero hay algo que el autor debe respetar: puede esconder el crimen del párroco, pero no puede esconder al párroco. Me siento estafado cuando en el último capítulo se dice por primera vez que el vicario tenía un párroco. Me indigno cuando el párroco, que para mí es un completo desconocido, sale de una caja o de una alacena de un modo a la vez repentino y tardío. Y me encolerizo cuando el nuevo párroco resulta ser sólo un instrumento de una terrible sociedad secreta que se extiende desde Moscú o el Tíbet. Esas complicaciones cosmopolitas (...) arruinan por completo la fina domesticidad de un buen asesinato. Es tan poco deportivo recurrir a unos espías del fin del mundo como convocar a unos espíritus de las profundidades en una historia que no se ha referido a ellos desde el primer momento. Eso se debe a que el repertorio es infinito y (...) el infinito suele ser ajeno al arte. Todo el mundo sabe que el universo contiene suficientes espías o espectros para matar al vicario más sano y vigoroso. El dramatismo de la investigación reside en descubrir cómo matarlo decente y económicamente dentro de las clásicas unidades del tiempo y el espacio. En pocas palabras, las buenas novelas de misterio deben estrechar sus círculos igual que se cierne un águila antes de caer en picado sobre la presa. La espiral debe curvarse hacia dentro y no hacia fuera.
G.K. Chesterton - mi guía, mi vicio, mi prozac.