La trama del cine, en Cuadernos Hispanoamericanos

RAÚL ACÍN

Ana Sanz-Magallón (Madrid, 1973) es, probablemente, la mejor analista de guiones de este país, o lo que es lo mismo, la persona que, en colaboración con el guionista y el director de una película (o el guionista-director, según el caso) contribuye a que un guión mejore, que aproveche al máximo sus posibilidades narrativas y dramáticas, y eso sin escribir una sola línea. Recientemente, ha publicado en Plot Ediciones un libro llamado Cuéntalo Bien. El sentido común aplicado a las historias, de apenas 150 páginas.

Pues bien, este librito es, junto con las aventuras hollywodienses del guionista William Goldman, los ensayos de David Mamet (cf. Una profesión de putas y Los tres usos del cuchillo) y El guión cinematográfico de Jean Claude Carrière, uno de los mejores manuales que se hayan escrito nunca sobre la escritura de guiones (a pesar de que, al parecer, su título original era Esto no es un manual de guión, mucho más atractivo) y el arte de narrar en general. Con un estilo sencillo, coloquial, de manera amena y directa, Ana Sanz-Magallón nos recuerda que el principio básico sobre el que se construyen las historias (cualquier historia, ya se trate de cine, teatro, narrativa, un chiste o una anécdota) es el sentido común. “No todos podemos inventar historias fascinantes, pero con sentido común podremos contar mejor nuestras propias historias. Seguro que quienes nos escuchan nos lo agradecerán”.

Lo que Magallón viene a decir es que la lógica y la intuición son la base para desarrollar adecuadamente una historia, luego ya todo depende del talento del narrador para explotar todo su potencial. Para ello, aborda la apasionante cuestión del sentido de las historias, de la ficción en nuestras vidas. La necesidad de comprender y explicar el mundo que nos rodea. Como tanto la religión, primero, como la ciencia, después, fracasan al no poder ofrecer una explicación total (o, al menos, una interpretación satisfactoria), recurrimos a la ficción, en la que, al contrario que en la vida, se establecen continuas relaciones de causa y efecto; donde todos los acontecimientos (acciones) tienen un sentido y responden a una lógica (narrativa): “Todos los guiones “ortodoxos” muestran mundos ordenados, aunque sean mundos atroces. Esa causalidad, acabe bien o mal la historia, es la que nos consuela, porque es la que a veces no encontramos en la vida”.

La autora analiza, en definitiva, “lo que le gusta a la mayoría de la gente”. Hace hincapié en aspectos fundamentales como que el protagonista ha de tener un objetivo, los personajes con arc dramático o la regla de los tres actos bien construidos: Suele decirse que, en un guión de cine, en el primer acto se sube un personaje a un árbol, en el segundo se le tiran piedras y en el tercero se le deja bajar”. El libro recuerda e insiste constantemente en estos elementos, y lo hace no mediante rígidos y académicos análisis de films canónicos, sino a través de sencillos y divertidísimos ejemplos extraídos de conversaciones, anécdotas y charlas de barra de bar.

Leyéndolo, me ha venido a la cabeza unas declaraciones del director y guionista de cine y televisión Carlos Molinero: “Después de leer tantos libros me he dado cuenta de que los más útiles, cuando pasas cierto nivel, son esos que, en lugar de dar recetas, a lo que te animan es a explorar las soluciones tú mismo. Al final, es una cuestión de sentido común más que de fórmulas, de confiar en si lo que has descubierto funciona o no”.

Lejos del afán exhaustivo y las fórmulas milagreras (en feliz definición de Borja Cobeaga) de algunos teóricos y gurús de la estructura, Ana Sanz-Magallón nos ayuda, con su habitual discreción y competencia, a recordar las claves de las buenas historias para poder ser un poco mejor narradores (o, al menos, más entretenidos”.