Hay películas que empiezan con la velada sospecha de que un político es un poco chungo. Y siguen con que ese político es muy chungo. Y acaban con la demostración de que ese político es lo más chungo que hay.
Que no digo que esté mal, ojo, porque me cuesta hacer afirmaciones categóricas. Pero si fuera más asertiva diría que está mal. “Fatal no, lo siguiente”, diría si fuera más asertiva y utilizara la expresión “no, lo siguiente”.
Primero porque ya empezamos a ver la peli pensando que si es político, pues será un chungo, porque es un dato que hoy por hoy podemos extraer de la vida real. Segundo porque la primera vez que lo vemos ya está pagando copas a unas putas con la tarjeta del curro. No necesitan hora y media más para convencerme de que es un chungo. Si la película está muy bien hecha, aguantaré hora y media disfrutando sus virtudes. Pero el impacto del mensaje como que se pierde un poco.
Pero si la película va de un político que paga copas a putas con la tarjeta del curro para ganarse la confianza del dueño del burdel, un mafioso asesino y pederasta, y así conseguir que lo detengan, la sorpresa de último minuto de que el político es aún más chungo que el mafioso sí que me impactará.
En las películas nos quedamos con lo que cambia. Si quieres que el público se quede con una idea, empieza demostrando la idea contraria. Si es una idea universalmente aceptada, al menos consigue que se ponga en duda. Si no tienes ninguna idea particularmente importante que trasmitir, piensa en cuál es la mayor sorpresa, el mayor cambio de tu historia. El público va a quedarse con eso. Si no hay ningún cambio en tu historia, no hagas una película. Haz una foto.