Ahora y cada vez más, los guiones no son sólo una herramienta que servirá para rodar la película. Son, sobre todo, una forma de convencer a la gente de ayudar a que se produzca la película. Es decir, una herramienta de venta. El destinatario del guión será el equipo técnico y artístico que tiene que enterarse de cómo debería llevarse esa historia a la pantalla. Pero, antes, el destinatario es la productora minoritaria que tiene que convencerse de que hay que llevarla a la pantalla, y el señor de traje que trabaja en una tele y debería elegirla por encima de cien otras; y el empresario de bebidas que perseguimos para el product placement; y el amigo rico que podría invertir para desgravar. ¿Qué tal creéis que todos ellos leen guiones?
No digamos ya cuando no es un guión sino un tratamiento o una escaleta. Borja Cobeaga y Diego San José hablaban sobre el desarrollo de Ocho apellidos vascos en bloguionistas, y decían que "el tratamiento es el enemigo de la comedia. Es imposible que un tratamiento sea tan divertido como el guion final". Esto, que es muy evidente, es también una putada. Porque el proceso de desarrollo de una película requiere una gran dosis de fe, y la gente no está tan dispuesta a otorgar su confianza y a creer sin ver.
"Confía en mí, el guión será gracioso porque tengo gracia escribiendo diálogos" no suele funcionar. " Confía en mí, el guión será gracioso porque tengo gracia escribiendo diálogos y lo he demostrado en mis trabajos anteriores" podría funcionar algo mejor, pero ni siquiera. "Confía en que esta secuencia será emocionante porque yo, que la voy a dirigir, la tengo en mi cabeza y es emocionante" no vale: quien dirige, si también escribe, tiene que poner en el papel lo que tiene en la cabeza, y no sólo de manera que lo entienda el actor principal (como si no fuera a hablar con él en el rodaje, engahombre), sino también el señor de traje.
Y esto nos puede gustar o no, pero es así, y lleva a una conclusión impepinable: las sinopsis, los tratamientos, los guiones, se escriben para un lector, y deben escribirse pensando en ese lector y no en el público que vea, DM, la película; ni en ese miembro del equipo ya reclutado que podrá preguntar todas las dudas que tenga.
Escribe para ese lector que no lee el material con fe, ni lo lee por gusto, ni siquiera con el tiempo suficiente y todos sus sentidos en el papel. Pónselo fácil. Eso que escribimos tiene que ser la mejor lectura posible. Evita los ripios, aunque no se vayan a ver en pantalla; y evita decir consuetudinario si puedes decir frecuente; evita los párrafos de un folio entero y evita emplear doscientas palabras en una sinopsis para dar a entender visualmente que el protagonista recuerda a su abuelo si puedes decir que el protagonista recuerda a su abuelo. Evita las faltas de ortografía. Nada de lo anterior afecta a la película, ya.
Puedes desentenderte de todos estos consejos si vas a rodar un corto con tu cámara y tu dinero y con un grupo de actores que te siguen con fe ciega, y ya les contarás. Pero si alguien va a leer tu sinopsis, tu tratamiento o tu guión, y a juzgarlo, ese lector es más importante en ese momento que la audiencia masiva que llene los cines cuando estrenes.