El cielo del desarrollo, Development Heaven

Si no tuviera que trabaja para vivir, podría pasarme los días oyendo hablar a la gente sobre historias. Más que que me cuenten historias, que me cuenten cómo las inventan, cómo las discuten, cómo las hacen crecer, cómo las estropean. Disfruto con Balas sobre Broadway, con Adaptation o State and Main, con todas esas obras artísticas sobre obras artísticas.

Ahora estoy trabajando en una cosa así. Y esa frase me ha recordado a los guiones que recibo con la explicación “esto es un poco como Fellini” o a las notas desechadas por un guionista novel porque “pues lo mismo hace Tarantino y funciona”.

Aclaro: no quiero decir que esté trabajando en el próximo Balas sobre Broadway, sino en una película de televisión sobre una función de teatro.

Una aclaración más: me encanta mi trabajo.

Y una tercera: no cómo queda mi trabajo, no el nivelón de mi trabajo, sino el proceso.

La parte del proceso que más me gusta es hablar con el guionista. “El formato no es profesional”, “No veo que funcione este punto de giro”, “el clímax llega demasiado pronto”. Nooo, es broma. Este post va mucho de aclaraciones, ya lo veo. No, me gusta hablar con el guionista de la vida, de “¿queremos a quien nos parece estupendo o a quien nos hace sentir estupendos?”, “¿basta con morir bien acompañado para morir feliz?”

Nota al margen: Por eso no me gusta trabajar en oficinas sino en mesas de bar o en el salón de casa. Los bares y el sofá de ikea de mi casa se prestan más a hablar de estupendeces y muertes. Y además no queda raro estar hablando de la vida en un bar; y en cambio en las reuniones de oficina siempre imagino a quien entra con los cafés o avisa de una llamada y piensa “vaya morro que tienen, aquí ocupando este despacho y en vez de arreglar el puto guión están con sus chorradas. Así va el país”. Se acaba la nota al margen.

Estos días, con este proyecto, las conversaciones van sobre informar o emocionar; sobre cuánto es lícito cambiar hechos reales para que funcionen mejor como historia; sobre si la mera elección de ficcionalizar un momento concreto del pasado tiene ya una connotación política, sobre si es más importante el qué o el cómo, sobre si es mejor la ficción o la vida. Y, con dos ovarios (más bien cuatro), esas conversaciones se van volcando en el guión. Las charlas de guión sobre este guión no son sobre la vida sino sobre la vida y la ficción, si es que no es lo mismo, si es que la ficción no es la vida ordenada. Estoy, además, trabajando frente a una chimenea encendida y para despejarme salgo a respirar a una pradera con pinos. Si no tuviera que trabajar para vivir, creo que podría pasarme los días trabajando en este guión.