Entramos en harina, al artículo citado en el post anterior que me llevó a escribir este rollo. En él, me sorprende leer que una amiga POR FIN asistió a un taller donde “todos los mentores respetamos la visión de los autores y tratamos de ayudarles a conseguir el guion perfecto, el que cumpliera con sus objetivos, no los nuestros”. Pero, ¿qué agendas ocultas tenían los mentores de gromenauers previos? ¿Acudían como compradores para hacerse con un proyecto, o para fichar guionistas prometedores para sus propias movidas? ¿Se lo tomaban como una invitación a pescar en un caladero de acceso restringido?
Si estamos hablando de asesorías, y no de gente de la industria invitada a conocer a los participantes, ahí sí que se da una distorsión preocupante. Porque entonces no estás trabajando tu guión, lo estás vendiendo. Y como guionista entra la tentación de adaptarte a los gustos del mentor, y como comprador, la tentación de cambiar el guión para que se ajuste al producto que buscas. ¿Vendrá de aquí la acusación de que los laboratorios dan lugar a proyectos uniformes y sin alma? Porque los mentores de guion que yo conozco no son ya profesores de estructura clásica, ni creen que haya que calzar el mismo molde a cualquier historia, y desde luego he oído a muchos de ellos despotricar de los manuales…
Dice también el artículo que las personas que ya tienen levantado el proyecto no deberían ir a laboratorios. Y esto choca con mi idea personalísima de que a los talleres se va a mejorar una historia, no a visibilizarla. Si tienes financiado tu proyecto pero crees que tu guión no es redondo, un laboratorio es un sitio estupendo para trabajarlo. Y no: por el entorno, por la intendencia, por la interacción con el resto de participantes, un gromenauer no es el equivalente a chopocientos análisis de guión, te los puedas permitir o no (y habría que ver quién va tan sobrado como para no acogerse a una oferta si la oferta existe).
Hay talleres donde cobras por participar, talleres donde no pagas, talleres que pagas un poquito, y talleres caros. Cada vez hay más talleres donde al final hay algún tipo de competición y se da un premio en metálico, algo que como story editor me parece contraproducente -pero imagino que como cineasta competitivo es fetén. Es lícito presentarte como guionista a cualquiera de ellos. Es injusto, y efectivamente se da, que los gromenauers seleccionen participantes conocidos para ganar prestigio. Es injusto, pero es decisión suya, y una decisión entendible porque en muchos casos están haciendo un negocio y quieren sobrevivir o crecer. Eso sí, si crees que tienes un guión de rodaje perfecto y tu productora te somete a distintos gromenauers aunque no tengas intención de cambiarlo, resístete. No vayas. No vayas tampoco si no tienes productora pero en tu cabeza todo es perfecto y solo quieres tomarte unas vacaciones y que te feliciten por tu trabajo. Como decía, es muy frustrante para los asesores y para el grupo (si hay reuniones de grupo) y, efectivamente, estás quitando oportunidades a los que sí querrían replantearse su historia.
Creo que casi siempre son útiles los laboratorios de guión. No debería delegarse en ellos para filtrar “todo lo que se escribe”, ni considerarlos un requisito para que un proyecto esté maduro o sea comprable, pero eso no es decisión de ellos sino de los que delegan o los consideran requisito.
Tampoco es responsabilidad de los gromenauers lo que quizá sea la acusación más candente en su contra: el tema de la financiación. Apoyar el desarrollo debería implicar también ayudas directas a guionistas, y no solo la oportunidad de asistir a actividades formativas. Primero dadle la pasta, y ya decidirá luego si se la gasta en asesorías o en pagar el alquiler. Y es que la desconfianza hacia estas iniciativas puede venir también del porrón de dinero que acaba en organizadores, en coaches y asesores como yo misma, que vamos rulando por los distintos labs.
Por eso, por haber rulado por tantos, puedo compartir algunos problemas que veo y que sí son responsabilidad suya. Uno acaba de mencionarse: que les venga bien un porcentaje alto de proyectos producidos, lo que lleva a selecciones conservadoras, nombres conocidos en detrimento de guiones concretos. Esta percepción sobre la viabilidad de la película puede hacer también que se apueste menos por guionistas y más por gente que también dirige. Mal.
Porque además, cuando se prioriza a directores/as guionistas, en muchos casos se están priorizando también sus historias personales. En las cartas de motivación de las candidaturas parece casi obligatorio mencionar tu íntima conexión con el proyecto, y es como si hablar de la muerte de tu abuela o tu depresión post parto ofreciera más garantías que hacer un homenaje a Arma Letal, tu peli favorita. El artículo apuntaba a este otro problema, y estoy muy de acuerdo: la discriminación a proyectos de género o comedia. Puedo nombrar excepciones, así que me alegro de no haberme jugado la cabeza, pero qué duda cabe que también en concursos, festivales y críticas les molan más los dramas. Hay voces que dicen que no debería darse dinero público al cine comercial, porque para eso ya está la industria, y supongo que lo mismo debe pensar quien diseña su taller solo para propuestas personalísimas. Un melón que abrir en otro post: ahora mismo, ¿qué es más difícil de levantar en España? ¿Una comedia disparatada o un drama intimista?
Otra cuestión que personalmente me preocupa (sobre todo si la cosa es presencial, no online) es la percepción del gromenauer como un cole, y los participantes como su alumnado. Con profes a los que hay que hacer caso -y qué lío, entonces, cuando cada profe te dice una cosa distinta en vez de llegar a un consenso a tus espaldas. Horarios bien compactitos con actividades obligatorias, con charlas diversas que pueden interesarte o no pero a las que debes asistir, con poco tiempo para la escritura o para pensar a tu aire porque ya se sabe que si dejas a los chavales sin supervisión, lo mismo se me ponen a tomar cañas y no me rinden. Sí, ya sé que esto es sesgo, pero cuántas veces las mejores ideas, las soluciones más inspiradas, llegan cuando estás de palique con un colega, o con un café o una copa en la mano. (Bueno, vale, o paseando). La libertad creativa es difícil si no hay una cierta libertad para elegir, como persona adulta, cómo empleas tu tiempo.
Por ejemplo, el rato que has tardado en leer hasta aquí no lo recuperarás jamás. Si aún tienes ganas de seguir con el tema, no dudes en escribirme. Hablemos.