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Enviado por Ana el 14 Abril 2016 - 3:44pm.
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Desde hace poco circula por las redes sociales esta charla TED, que describe el cerebro de un procrastinador.
https://www.ted.com/talks/tim_urban_inside_the_mind_of_a_master_procrast...
Si te quieres ahorrar el cuarto de hora, te lo cuento: en cada cerebro procrastinador hay un capitán de barco sensato que sabe hacia dónde debe dirigirse la nave para llegar a buen puerto. Y hay también un mono que quiere divertirse y conseguir una gratificación inmediata. Curiosamente, suele ser el mono el que se hace con el timón, y pone un rumbo divertido. El capitán quiere documentarse sobre poetas medievales. El mono se pregunta qué se hizo aquel donjuan, los compañeros de clase qué se hicieron, y entra en Facebook. Y van pasando las horas, el mono está haciendo el test de qué enanito de Blancanieves eres; y el capitán se lamenta porque el barco está a tomar por saco y les va a pillar el temporal.
El temporal, o la amenaza de temporal –lo que el video llama el monstruo del pánico- es lo único capaz de hacer que el mono suelte el timón. Por ejemplo, y en lo referido a escritores y guionistas, una fecha de entrega. En inglés, deadline. La línea muerta, la línea del muerto, la raya que no debes cruzar porque estás muerto.
Debes conocer a tu mono interior, y saber lo que le asusta. Para algún mono pusilánime el temporal es el deadline de un propósito de Año Nuevo. Algún mono temerario espera a la tormenta perfecta de la amenaza de despido para soltar el timón. Si tú, procrastinador, navegas siempre por aguas tranquilas, igual te da tirar por la borda al capitán porque el mono no va a dejar que ni se acerque. Así que ve hacia aquellos nubarrones en cuanto puedas. Comprométete, oblígate, jura por tus muertos y suelta trapo. Verás como al final el mono se acojona y tú acabas el dichoso guión, o lo que sea que estés escribiendo.
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Enviado por Ana el 5 Marzo 2016 - 4:30pm.
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"Las descripciones y los personajes de Turguéniev no apuntan a nada que no sea a sí mismos, no son parte de una serie más amplia de acontecimientos y, así, está por determinar su relación con todo salvo con el tiempo y el espacio, que son la base misma de nuestra experiencia en el mundo. Esta máxima autenticidad, esta proximidad con lo real, se sacrifica en las novelas en favor de la forma en sí, para que sea posible transmitir algo esencial respecto a una relación particular, o respecto a secuencias de acontecimientos, o patrones psicológicos o estructuras sociales".
Es un trozo este artículo de Karl Ove Knausgaard, http://www.theguardian.com/books/2016/feb/26/karl-ove-knausgaard-the-sha... que he leído gracias a @SamuelDalva.
Sin el contexto y con mi traducción, igual no se entiende mucho, pero habla de uno de mis temas preferidos, que es la manipulación a la que hay que someter a lo real para que su sentido sea universal cuando escribimos ficción. De Cuéntalo Bien: "En el mundo muchas cosas parecen ocurrir porque sí. Es difícil encontrarles un sentido sin recurrir a la Fe, porque el único orden evidente es el orden cronológico: primero pasa una cosa, luego otra. En la narrativa, las cosas pasan por algo". Cuando tomamos como base para la ficción algo real, además del tiempo y el espacio ("Esto pasa en este sitio y en este momento determinado") intervienen los porqués. No hay que contar que algo pasa, hay que decir por qué pasa. Generalmente, hay que inventarlo. Hay que conectar causas y efectos y hay que convertir a los personajes en metáforas, hay que ordenar el mundo. Y entonces simplificamos, y entonces, efectivamente, nos alejamos de la complejidad y la incoherencia aparente que tiene el mundo auténtico, que tiene lo real, que es lo que alaba el tal Karl Ove que se puso a escribir su vida sin intentar pulirla ni ordenarla y que al parecer se ha hecho de oro.
Qué complicado es esto, llevo dándole vueltas toda la mañana. Quizá el "Pues así es exactamente como pasó" sea una respuesta válida a una nota de guión. Ay.
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Enviado por Ana el 15 Enero 2016 - 3:07pm.
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Cuando estudiaba la carrera de periodismo, vi ya en primero que jamás podría ser periodista: si no me enteraba del nombre del rector, de qué me iba a enterar yo de nada para poder contárselo a la gente. La actualidad me importaba poco, y seguirla no se me daba bien. Por eso decidí que tenía que trabajar en algo que disfrutara y me saliera natural, algo que tuviera que ver con mis hobbies. Descartando ser profesional del mus, me quedaba la ficción: me gustaba #1 ver películas y #2 leer. Y en un seminario de producción audiovisual –yo me apuntaba a casi todos los seminarios-, oí que allí en Los Ángeles había gente que vivía de leer películas. Y pensé que eso era lo mío.
Decir que lo conseguí es un poco pretencioso. En realidad, salió: acabé siendo lectora de guiones freelance. Y después de hacer muchísimos informes, el trabajo empezó a incluir un tercer hobby: charlar con gente de la vida y las películas. Más bien, de la vida y de la película que ese alguien quería hacer, para ayudarle con el guión. Preferentemente, con una cerveza sobre la mesa. Mi cuarta afición, y no van en orden de intensidad. Con el tiempo, además, llegaron las invitaciones a dar charlas y talleres, donde se suelen aunar, por lo menos, las aficiones #3 y #4. Mejor aún: llegaban propuestas de otros países, y qué más se le puede pedir a un trabajo si incluye hasta un quinto hobby, que es viajar.
Puede haber guiones que sean un coñazo; desarrollos infernales; talleres sosos. Pero son la excepción. El trabajo de un story editor con suerte es el mejor que se me puede ocurrir porque me permite hacer lo que me apetece. No es que me forre, pero si trabajara en otra cosa y tuviera más dinero me lo gastaría en libros, películas, copas charlando con gente, viajes.
Todo esto lo cuento aquí sobre todo para dar envidia. También para justificarme: la vida me ha tratado tan bien hasta la fecha que no he aprendido a tragar con lo que me da pereza. Para ganarme la vida, me basta con hacer lo que tengo ganas de hacer: entiende que no hay visto esa película; ni sepa quiénes son esos actores; entiende que no vea los Oscars ni me apunte a esa asociación ni acuda a ese sarao, y sobre todo entiende que no me pronuncie sobre temas de actualidad. He llegado hasta aquí, sea donde sea este aquí, huyendo de ella.
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Enviado por Ana el 9 Diciembre 2015 - 9:25pm.
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Si nadie sabe nada, si nada es verdad o mentira, si para gustos colores, y si encima cada uno tiene delante un cristal de un color, asesorar guiones será cuestión de ayudar al autor a aclararse de cómo lo ve; ayudar a intentar predecir cómo lo verá la gente a la que se destina; saber más o menos cómo se ve con las gafas de cada uno de los gurús; y confesar honestamente cómo lo veo yo con mi cristal delante, llegado el caso. A ver si meto eso en una diapositiva con dibujito para el próximo powerpoint.
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Enviado por Ana el 2 Noviembre 2015 - 12:18pm.
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Resulta difícil escapar al juicio de los números. De viaje, miras los restaurantes mejor calificados en tripadvisor y los alquileres con notas más altas de airbnb; semana a semana hay nuevos numeritos de intención de voto y día a día –aunque ya no se comente- la cosa esa de la prima de riesgo. Y aunque me creo las cifras como todos, al menos en las cosas importantes, como dónde dormir y cenar, prefiero leer los comentarios. Exige, claro, más tiempo.
Como lectora de guión, me ha tocado muchas veces poner un numerito a la trama y otro a los personajes; a la viabilidad comercial y a la trayectoria del director. Siempre me da un poco de repelús, porque dudo de si debería calificar la idea de la trama o cómo se ha plasmado en esa versión; o si haber dirigido varias películas suma puntos en una trayectoria, o debería restar si esas películas fueron un espanto. Por eso, y siempre que no fuera un formulario estándar, yo prefería comentar en vez de puntuar. Aunque exigiera, claro, más tiempo por parte de quien tuviera que leerse el informe.
El otro día, en un jurado de guión, alguien decía que no se puede calificar una historia como un ejercicio de gimnasia. No sé cómo se puntúa a una gimnasta, pero me gustó la idea. Y en vez de cada uno sacar un cartelito con un número, sentarse a hablar: “Se ha enredado con la cinta, pero qué gracilidad al desenredarse”; “Se ha caído de morros contra el suelo, pero es que el ejercicio era el más ambicioso, y al menos lo intentó”. En nuestro caso no era, afortunadamente, uno de esos jurados en los que rellenas un formulario y lo mandas online, sino que te sientas a una mesa bastante grande y charlas, con la tarde por delante, y protestas a veces, insistes, y a veces intentas pactar. Es buena la discusión entre gente sensata y con buenas intenciones, entre gente dispuesta a razonar, a ver las cosas desde otro punto de vista, a cambiar de opinión.
La aritmética ahorra tiempo, pero no creo, como dicen, que sea más transparente ni más justa. Quizá un parlamento moderno y democrático tenga que funcionar así, por la simplicidad incontestable del número. Pero no las cosas importantes como, por ejemplo, un guión.
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Enviado por Ana el 5 Septiembre 2015 - 1:20pm.
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Ha llegado septiembre, como quien no quiere la cosa. Otra oportunidad para hacer propósitos de curso nuevo, ya que los de año nuevo se quedaron ahí atrás, en la cuneta. Si los propósitos fueran como un perro, me sentiría culpable por haberlo abandonado. Pero yo me los tomo, más bien, como esos deseos de estrella fugaz, de tarta de cumpleaños o de hoguera de San Juan. O sea, que no me los creo mucho pero me hacen ilusión.
Entre mis propósitos laborales de curso nuevo están los de siempre –escribir más en este blog; apuntar cuánto tiempo dedico a cada proyecto; trabajar sentada frente al ordenador en vez de con el portátil en la cama- pero también dos nuevos: analizar menos guiones, y analizar menos los guiones.
Lo primero no requiere de muchas explicaciones: creo que tendría que aprender a decir que no –ese suspenso permanente del freelance- y tener más tiempo libre. Lo segundo: cada vez más me da por pensar que el que una historia cuadre, que su trama sea lógica hasta el último detalle, que la idea de fondo sea coherente, significativa y verdadera, que cada personaje reaccione siempre según su carácter y circunstancias, etcétera, no tiene tanto peso en el resultado final de una película como las perlas sueltas: el momentazo de emoción, el gag hilarante, el diálogo que recuerdas, la imagen impactante que sólo es una línea del guión y que hace que merezcan la pena las noventa páginas restantes.
Es todo un reto, porque me asedia el por qué mas de lo que me brota el y si, pero tal vez el esfuerzo y la energía que inviertes en no hacer trampas estarían mejor empleados buscando la trampa que mole. Y, ya que no pienso esforzarme demasiado en cumplir estos propósitos, por qué no pedírselos a la estrella, a la velita, a la hoguera de San Juan.
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Enviado por Ana el 15 Julio 2015 - 11:56am.
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Si estás escribiendo un guión, deberías preguntarte en cada secuencia de qué está pendiente el público en ese momento: qué quiere averiguar, qué quiere que pase. Haz el esfuerzo de ponerte en su lugar. Presuponer que estarán sentados frente a la pantalla ansiosos por saber, en general, qué pasa luego, o qué otros matices de tu visión del mundo vas a compartir con ellos, o qué otra peripecia ha podido parir tu fértil imaginación, es tan arrogante como ingenuo. No digo que tengas que satisfacer sus expectativas: digo que tienes que tenerlas en cuenta... y procurar, al menos, que tengan alguna.
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Enviado por Ana el 25 Junio 2015 - 9:12pm.
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Seguro que tus amigos, como los míos, hacen cortos, publican libros, escriben obras de microteatro o tienen siempre algún proyecto en las páginas de crowdfunding. Seguro que te has acostumbrado a encontrar tu correo y las redes sociales de información de lo que estén vendiendo en ese momento. Bueno, pues yo sigo vendiendo Cuéntalo bien. Y, agradecidísima a Javier Meléndez, aprovecho su artículo para actualizar este blog.
Cuéntalo bien: el libro sobre el arte de contar bien las historias
Por Javier Meléndez Martín
Cuentachistes, cuentacuentos, aspirante a escritor, aprendiz de guionista, deberías leer Cuéntalo bien, libro de Ana Sanz-Magallón sobre el arte de contar historias (Plot Ediciones, 2007). Escrito con inteligencia por una de las pocas analistas de guion españolas reconocidas fuera de nuestro país.
La autora escribe que «no da fórmulas para narrar [...], no enseña cómo contar buenas historias; ayuda a comprenderlas. Comprendiéndolas es más fácil que puedas contarlas bien si tienes ganas, tiempo y talento». Un propósito que cumple con un estilo sencillo y cercano.
En Cuéntalo bien no hay fragmentos de guiones de Bergman como en los manuales de guion ni párrafos de Faulkner como en los de novela. Bellos fragmentos que pierden fuerza sacados de contexto y que pertenecen a obras que los lectores más jóvenes o menos instruidos desconocen.
La autora ilustra con fragmentos de sueños, relatos contados por niños, leyendas urbanas o historias de cuñados con una copa en la mano, como esta:
«Una noche —escribe Ana Sanz-Magallón— mi amigo Ramón salió de copas por Madrid. Conducía de vuelta hacia su casa bastante borracho, cuando le paró la Guardia Civil en un control de alcoholemia […]»
¿Quién no quiere saber el final de este relato?
Ana Sanz-Magallón explica que incluso las historias más breves se construyen con los mismos principios que las películas y novelas más complejas. De manera que Cuéntalo bien es un libro utilísimo porque sitúa a todos los lectores en el mismo punto de partida. ¿Quién no tiene un amigo que es un maestro de los chistes o anécdotas o un cuñado que las destroza? [En toda pareja hay quién dice: «Cuéntalo tú, que lo haces mejor»].
EL SENTIDO COMÚN
La primera lección: «las historias es, como casi todo, cuestión de sentido común». Por esto, la literatura oral (y contemporánea) que usa Sanz-Magallón nos ayuda a comprender mejor cómo se aplica el sentido común. La autora añade elementos a las historias orales, cambia el orden de las frases o elimina párrafos para mostrar cómo una buena historia acaba degenerando.
La autora nos recuerda cómo retener información, ocultarla, diseminarla, cómo y cuándo anticipar elementos. Y mientras lo hace, introduce como de pasada los nombres técnicos de narrativa que seguramente calan en los lectores que los desconocen. De esta manera, hace gala de la sencillez que sugiere para captar e incluso cautivar al público.
Historias sencillas, pero con mensaje (sin que por ello sea moralizante). Como escribe Ana Sanz-Magallón:
«Las historias, salvo excepciones, no suelen tener como finalidad transmitir un mensaje. Pero todas las historias, sin excepción, transmiten un mensaje».
HISTORIAS CON PROTAGONISTAS RESPONSABLES DE SUS ACTOS
Historia con protagonistas de carne y hueso [por esto las leyendas urbanas que mejor funcionan empiezan por «esto me pasó a mi» o «le pasó a un amigo»]. Además, han de ser «protagonistas responsables de lo que ocurre», escribe Ana Sanz-Magallón. Por esto es perfecta la historia de Ramón: pasó la noche de copas: es responsable de los incidentes absurdos tras coger el coche. Un personaje que no lo tiene fácil porque queremos que los personajes pasen dificultades, escribe la autora. (Esto explicaría que nos emocione más la historia de un padre que quiere rescatar a su hija de unos proxenetas que la historia de un grupo de superhéroes prácticamente invulnerable).
LA ORIGINALIDAD
Historias que no necesariamente deben ser demasiado originales. La autora de Cuéntalo bien usa la metáfora del turista organizado (cada minuto programado) y el turista desorganizado (¡a la aventura!). Ana Sanz-Magallón dice preferir el «término medio» y considera que la mayoría de los espectadores también. Escribe:
«Una buena historia sigue un cauce más o menos previsto, pero debe haber espacio para la improvisación».
Añado que incluso el autodenominado cine de autor sigue un cauce previsto. ¿Por qué si no reconocemos el cine de tal o cual autor?
En cualquier caso las historias deben contribuir a entender el mundo. Esta necesidad de comprender nos acerca —escribe la autora— a la religión o a la ciencia o al lenguaje simplista de los políticos.
Pero la autora deja claro que una narración sencilla no tiene por qué tratar simples. (Los diálogos socráticos son muy fáciles de leer, por ejemplo). Sanz-Magallón cree necesario que en toda historia compleja (como las novelas o las películas) el autor exponga la tesis y la antítesis. Quien no lo hace así, «juega sucio […] y sus historias solo interesarán a quienes ya piensan como el autor.
LAS PALABRAS DE GOLDMAN Y EL SENTIDO COMÚN
En el último capítulo de Cuéntalo bien se recuerda las palabras del guionista William Goldman (La princesa prometida, Todos los hombres del presidente):
«Nadie sabe nada. Es imposible predecir qué película o novela gustará al gran público». En lenguaje castizo «hay gente para todo», como escribe la autora. Sin embargo, el sentido común puede orientar al autor para contar la mejor de las historias.
Por todo esto, Cuéntalo bien es un libro que recomiendo. Es una guía para quiénes empiezan a escribir guiones o novelas, o quieren mejorar sus presentaciones en público o contar mejor las anécdotas propias y ajenas. Para los que llevan ya tiempo escribiendo de manera profesional, Ana Sanz-Magallón deja varias reflexiones que no debemos olvidar.
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Enviado por Ana el 11 Abril 2015 - 1:28pm.
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Yo no es que haya salido mucho en la prensa, pero aunque no haya mucha competencia puedo jurar que el periódico con mejor nombre en el que he salido jamás es el Correo del Orinoco. Ese nombre me recuerda a Maqroll el gaviero, y a atardeceres en una playa de Margarita y a la canción de Enya, y Orinoco es también el nombre del barco en el que podía haberse marchado Lorca de España en febrero del 36. Lo sé porque estuve trabajando en un guión donde el personaje de Lorca mencionaba “embarcar en el Orinoco” (claro que no lo veíamos porque era tele, y de qué íbamos a poner un barco de época en un puerto de época, ahí, para que diga “Pues al final no me subo”).
Luego el Orinoco, o más bien la mención a un Orinoco fuera de pantalla, se cayó del guión. Como se cayeron unos cuantos personajes, varias subtramas, y un amanecer en el Teatro Griego que iba a haber sido bonito, bonito. Llegaron otras cosas, ¿eh?, cosas bien bonitas también, a la película. Pero desde entonces para mí Orinoco significa también un arca de Noé al revés, donde embarcan criaturas desahuciadas que no tienen hueco en el mundo.
El Orinoco ha seguido albergando tantos personajes, secuencias, gags y localizaciones de otros proyectos que es una suerte que no tenga que zarpar a ningún lado, porque se hundiría fijo. Ahí sigue, amarrado al muelle, esperando por si algún día alguno de sus pasajeros es reclamado en tierra. Imagino su cubierta atestada, el barullo de las risas de todos esos chistes podados, bajo la luz mágica de los amaneceres que se quedaron en interior día, con toda esa gente que tenía tanto encanto y que aportaba tan poco a la trama principal. El Orinoco es un limbo feliz porque la idea, sin tener que adaptarse a los rigores de la materia, es casi siempre perfecta. Por eso los imagino a todos pasándolo en grande y observando, con suficiencia, a los animales que sí que repoblaron la tierra. Seguros de que, con ellos, el mundo post diluvio hubiera sido muchísimo mejor.
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Enviado por Ana el 17 Febrero 2015 - 1:32pm.
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Antes de que un deportista llegue al podio olímpico hay años de esfuerzo, caídas y golpetazos. Alguna lesión que parece insuperable. Alguna pequeña victoria en las rondas de clasificación. Muchos sacrificios. Este anuncio de Procter & Gamble agradece a las madres de los campeones olímpicos su apoyo incondicional, desde que el retoño tambaleante da sus primeros pasos hasta que cruza, triunfal, la linea de meta del slalom y el público estalla en aplausos.
https://www.youtube.com/watch?v=1SwFso7NeuA
Es un anuncio de lo más emotivo, no me digas que no.
A ver, seguro que en la victoria fueron importantes también un preparador físico, un entrenador, un nutricionista, un sofrólogo y el sponsor que le da la ropa térmica gratis. Sin su intervención, quizá el deportista nunca hubiera llegado a nada, y se hubiera quedado en casa con su madre. Pero es que su madre estuvo allí desde el principio, antes de que nadie más confiara en la criatura, sufriendo con los reveses y dando saltos de alegría con cada paso adelante, y por eso es tan emocionante el abrazo agradecido del final.
Para que el público estalle en aplausos con una película, ha hecho falta mogollón de gente. Alguien que escribió el guión, alguien que dirigió, que produjo, los actores, la directora de casting, la tele que la precompró... Pero todas las películas tienen una madre abnegada que estuvo allí desde el principio. Una madre a quien sería bonito recordar desde el podio. Aunque las madres sean tan estupendas que les baste con disfrutar, conteniendo las lágrimas de emoción en sexta fila, el éxito de la criatura. Y aplaudir cuando esa rutilante nueva estrella del esquí va y se abraza con su nutricionista.
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